sábado, julio 22, 2006

Imagen del divino niño, torta, leche, papas fritas, pasta de ajo con mexicanos en un cuarto de hotel

Esta historia finaliza tal como lo describe el título. Termino con una imagen del divino niño entre el bolsillo, comiendo todo lo que enumero, rodeado de adultos mayores mexicanos en un cuarto de hotel del Centre-ville. Recuerden que no soy creyente.

Olvidé contarles la anécdota sobre cómo terminé de traductor para los policías que interrogaban a un mexicano, supuesta víctima de un quebeco drogadicto, en el metro Papineau, el domingo temprano cuando esperaba a Javier, Hildebrando y Harold para ir a La Ronde. Esa historia así se quedó. Harold nunca fue porque se marió, como siempre. Lo peor es que Javier, enguayabado, creyó que fue Harold quien llamó, cuando en realidad fue Hildebrando quien lo hizo esa mañana para decirle que llegaba temprano. Estuvimos esperando a Harold sin necesidad. Un premio para el que haya entendido.

Hoy fui al aeropuerto con 2 objetivos. El primero, conocer el camino pues el 10 de agosto llegan Diana y Edwin y me comprometí a ir a recogerlos. En taxi son 35 o 40 dólares, según aprendí hoy y preferí conocer la ruta en metro y bus. El segundo, comprar mi tiquete de regreso a Colombia. La página de Air Canada no permite pagar con tarjeta débito. Comprar en una agencia tiene recargo. Comprar en el aeropuerto, igual tiene recargo de 20 $, por no comprar en línea. Señorita, pero si no es mi culpa que su página no tenga un mecanismo para pagar con tarjeta débito. Qué puedo hacer? Rien à faire!

En el aeropuerto recordé que en el mundo no sólo existen Avianca y Air Canada. Decidí cotizar con Mexicana y con Cubana. Ninguna funciona en fin de semana. La niña que me guió me hizo ir hasta información para que me dieran el teléfono de Mexicana. Hablaba el mejor español que le haya oído a un extranjero.

Estando en información llegaron un señor y tres señoras intentando explicar que tenían un problema. El señor se dirigió a la funcionaria preguntándole si hablaba español. Ella espontáneamente dijo, en casi perfecto español: “No, yo no, pero él sí”, mientras me señalaba con el dedo. Yo dije que claro, que si en algo podía ayudar, que con gusto.

Pues resulta que eran turistas mexicanos a quienes les robaron una maleta en un restaurante Sub Way cerca del hotel, en el centro de la ciudad, con tan mala suerte que dentro estaban los tiquetes de él y de su esposa, al igual que sus pasaportes. Hacían parte de un grupo de 20 turistas, todos mexicanos. El señor era el único hombre. La señora se estaba muriendo de la angustia. Otra de las señoras era la líder del grupo.

La niña que hablaba español y que trabaja para el aeropuerto se esfumó para regresar al rato con un policía enorme, de los de sombrero típico canadiense y todo. Con él fue gran parte de la conversación-traducción. La niña volvió a desaparecer. El policía, que luego supimos se llamaba Michel, quería conocer los detalles del robo y si los mexicanos lo habían reportado. Efectivamente sí lo habían hecho pero no tenían documento alguno que lo probara ni el número del reporte que se supone que les debieron haber dado al llamar al 911.

Michel llamó al hotel, a la policía y a 3 o 4 sitios más para intentar encontrar pruebas del reporte. Efectivamente, puesto de policía 20, PDQ 20, reporte con la fecha 060722 y el consecutivo 026. PDQ 20 060722-026. Michel insistía en que los mexicanos debían darle una tarjeta de negocios (de las de empresas) que se supone un policía les había entregado. Los mexicanos lo negaron todo el tiempo.

Con el número y todo aclarado en un nuevo papel blanco y reluciente (Michel ya se había cansado de rayar mil cosas en una pequeña tarjeta del hotel que cargaban los mexicanos) nos dirigimos a Air Canada para saber qué se podía hacer. Qué lío. Sin pasaportes era imposible hacer un vuelo internacional. Debían esperar hasta el lunes a que el consulado abriera. Ellos estaban realmente angustiados.

Forcejeando un poco con los funcionarios de Air Canada, mostrando algunas identificaciones mexicanas, logramos que aceptaran los “carnés de votación” como documentos válidos. Expidieron copias de los tiquetes y dejaron el registro en el sistema para que pudieran viajar al siguiente día.

Error número 1: sacar los pasaportes de la casa o del hotel, sin necesidad. Error número 2: al sacarlos, no asegurarse que estén, como dice mi papá, pegados al cuerpo (igual que la plata).

Resulta que cuando estaban en el restaurante, entró una pareja de árabes, según parece. Ella con el cabello cubierto. Llegaron con 5 muchachitos necios y bullosos corriendo por todas partes. Pues se metieron por debajo de las mesas y se llevaron el maletín, mientras que los papás vigilaban y nada ordenaban. Los mexicanos estaban tranquilos en Canadá, un país seguro.

Me invitaron a regresar al centro en el taxi que iban a tomar. Acepté. No pudimos encontrar un taxi que llevara a 5 y entonces decidieron que mejor querían que yo les enseñara a tomar el bus y el metro. Por qué no?

Caminando hacia el bus, Antonio, el mexicano, extrajo de su bolsillo la tarjeta que el policía le había entregado con el número del reporte. El que le tomó cerca de 20 minutos encontrar a Michel.

Finalmente, muy agradecidos, me invitaron a comer pastel con café. Lo cambié por leche, por supuesto.

Resultó ser un grupo muy unido de personas mayores. Todas las señoras lloraban. Se abrazaban. Parecía la gran catástrofe. Realmente estaban angustiados y parece que el susto fue bastante grande. Resultó por demás coincidencial que mi nombre es exacto al del santo mexicano Juan Diego al que se le apareció nada más ni nada menos que la Virgen de Guadalupe.

Pues resulté ser el ángel enviado por Dios, el obrador del milagro y mil agradecimientos más. Entre ellos el regalo con fervor, oración y todo de un rosario con la imagen del Divino Niño, proveniente de Medugori. Me hizo sentir bien haber sido útil. Con el rosario que me regalo Caro, ya van 2. Muchos para un no creyente o no?

La policía llegó a los pocos minutos de haber empezado nosotros a departir. Traían algunos de los documentos de la señora. Un “itinerant” los había encontrado en la basura.

Llegaron rápido a las manos de la policía, no?

4 comentarios:

  1. Sabes hombre ? Eso de hablar español es un cuento..nada se le parece, a pesar de que tiene parientes ( cercanos y lejanos ), de que los modismos son tan convencionales como el mismo lenguaje, y de otras cosas más; entre ellas, el ser colombiano: si señor.
    Que no hay CO-INCIDENCIAS? pues,que cada uno evalue los pasos que ha dado en la vida.
    A ti no se te ha aparecido ninguna virgen - al menos de las de antes -pero si fuiste un ángel para ese grupo de personas.
    Menos mal, todavía podemos encontrarnos con gente como tu que se presta a ayudar sinceramente.
    Chao.

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  2. Anónimo9:48 p. m.

    Te regresas a Colombia de manera definitiva?

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  3. Anónimo11:11 p. m.

    Juan Diego, cada vez me aterran mas sus cualidades de escritor, creo que su verdadero futuro se encuentra en la literatura, esta historia de los mexicanos tiene una narracion espectacular

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  4. se que es bastante vieja esta experiencia y que de seguro hasta ahora te han pasado muchas cosas diferentes, y no se si aun leas estos comentarios, pero este tipo de acontecimientos son señales, quizas debas rezar alguno de esos rosarios por tu situacion emocional y por tus hijas, y asi sanaras todas esas heridas.
    atrevete¡¡

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